Canopy o tirolesa en Girardot - Una aventura diferente
¿Buscas planes cerca de Bogotá? Vive la historia real de un viaje inesperado con amigos, canopy y trucha parada. ¡Inspírate y sal de la rutina!

Hay viajes que se planean con meses de anticipación… y otros que simplemente suceden. Esta vez, fue la ruleta del destino la que decidió la salida del fin de semana.
Todo comenzó con unas cervezas entre viejos amigos en Bogotá. Después de 12 años sin verse, el reencuentro se llenó de risas, anécdotas y promesas olvidadas. Recordaron aquellas conversaciones adolescentes en las que juraban recorrer el país juntos, explorar sin límites y no dejar que la rutina los atrapara. Pero, como suele pasar, el tiempo y la búsqueda del “éxito” los había desconectado de sus sueños.
Así que, en medio del impulso y la nostalgia, decidieron jugar a la ruleta, pero no la del casino: la ruleta de las salidas de Bogotá. El azar eligió Soacha como punto de partida. ¿Y luego? Un Uber a medianoche con la idea de llegar a Girardot. Aunque no encontraron buses a esa hora, pactaron con el conductor un viaje directo. Caro, sí… pero emocionante.
Llegaron a las 3 a.m. y se fueron directo a seguirla en un bar local. El amanecer los recibió en la plaza central de Girardot, con el cielo tiñéndose de naranja y las risas todavía en el aire.
Algunos años más viejos y más sabios, el cuerpo ya pedía descanso, así que se alojaron en un hotel. Pero la historia no terminaba ahí: necesitaban una experiencia para recordar.
Buscaron rafting, pero el río estaba tranquilo. Lo que sí encontraron fue una opción inesperada: un canopy a solo 15 minutos, en la vía a Tocaima. “Vamos”, dijeron sin pensarlo.

El camino hacia “La Casita Roja”, un restaurante veredal con vista privilegiada, no fue fácil. Subidas empinadas, trochas, polvo. Pero al llegar, todo valió la pena. La vista, el ambiente... y claro, el canopy de 450 metros que atravesaba el paisaje. Uno del grupo tenía miedo a las alturas, pero esa tarde venció su temor y voló.
Después del vuelo: hambre. Ordenaron la famosa trucha parada del lugar, acompañada de postre y una siesta en las camas voladoras del sitio, disfrutando del vaivén de la sombra y el viento.

La vuelta fue en bus, agotados pero felices. El viaje no solo les devolvió la risa, también una promesa renovada: volver a encontrarse cada tres meses para hacer un plan diferente, sin excusas.
Porque viajar no siempre se trata de destinos lejanos ni de grandes presupuestos. A veces, solo se necesita tomar la decisión y salir de la rutina. Como ellos, tú también puedes dejarte llevar por la ruleta del momento y descubrir que muy cerca de Bogotá hay lugares que te esperan.
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